domingo, 14 de agosto de 2011

AMANECE EN EL PARAISO

The XX, Crystalised. Los primeros rayos de luz asoman a lo lejos entre pequeñas montañas. La primera brisa fresca de la mañana acaricia tu cara, con el sonrojo de las fresas en tus mejillas y la frente empapada, señal de una noche épica. Y levantas las manos mientras tu cuerpo sigue el vaivén cansado de esa música que 50.000 personas escuchan en una explanada. Acaricias con tus dedos esa brisa que quisieras robar y manejar a tu antojo, pero que escapa entre ellos en un intento de agarrar la nada. Sin embargo, por un momento te sientes tan ligero como el viento, cierras los ojos y te dejas mecer por su movimiento. No hay pensamiento, sino vacío. Es LIBERTAD.

Este es uno de los mejores momentos que viví en el FIB. No era ningún grupo que ansiara ver, ni una canción actual que esté reventando mi MP3. Era un Dj, del que además esperaba mucho más, pero cuya última canción me dejó así. Bastante difícil, por cierto, llegar a uno de esos momentos mágicos rodeado de guiris pasaos, quemaos, desnudos y cansos que acechan tu costado. Pero mira, mi nivel de desconexión mundanal debe estar bastante perfeccionado a estas alturas, porque los olvidé por un breve lapso de tiempo.

Alguna vez creo que lo he comentado, la magia que esconden esos primeros álbumes de alguien que empieza en el mundo de la música. Aquí tenemos a unos muchachos que provienen de ese limbo musical llamado Londres, donde el gusto musical corre por las venas como la sangre familiar y se mama desde niño del pecho materno. Solo así me explico que con 20 años se hagan melodías como esta. Una guitarra, un bajo, un sintetizador y dos voces. Una canción cuya fuerza sube y baja meciéndote con acordes simples y repetitivos, pero increíblemente sensitiva.

Tu nariz percibe el olor a mar, esa playa que a lo lejos despierta, y te diriges hacia ella, para tumbado sobre la arena, sentir que dentro de ti, por una vez, también amanece. Que no todo es oscuridad, y que por un momento es posible sentir que todo empieza de cero. Precisamente ahí, a la orilla del mar, en la arena mojada, donde todo se forma. Donde el niño moldea castillos de arena e ilusiones en el aire. Donde se dio el gran paso de la evolución y surgimos todos.


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